El colesteatoma se manifiesta fundamentalmente a través de una supuración persistente del oído, que puede derivar en sangrado, y confluye con dolores de oído y cabeza. Los pacientes también acostumbran a sufrir
hipoacusia o pérdida de audición y
acúfenos o zumbidos en los oídos. Son habituales igualmente los
vértigos y también pueden presentarse episodios de debilidad en los músculos faciales, debido a la afectación de algunos nervios del oído interno.
Esta afección tiene un
diagnóstico más complicado que las enfermedades más comunes del oído, ya que no basta con una exploración del especialista para su detección. Habitualmente es necesario realizar pruebas diagnósticas, tales como
Tomografías computerizadas, resonancias magnéticas o electronistagmografías.
Como en muchos otros casos, el tratamiento pasa por enfrentar el origen de la patología en caso de que sea conocido. En este caso,
el colesteatoma puede haber sido consecuencia de una infección en el oído medio, de manera que el especialista se encargará de acabar con ella a través de gotas antibióticas, por ejemplo. Sin embargo, una de las particularidades de esta afección es la
necesidad de cirugía en su tratamiento. Depende de las dimensiones del quiste y de las lesiones que haya provocado, la operación puede ser ambulatoria. En otros casos, por ejemplo, se aprovecha la misma intervención para reparar los daños que se hayan podido causar en los
huesecillos del oído.